EL SALVADOR
El agua nos llegaba por los tobillos, apenas podíamos avanzar por el pasillo que conectaba los camarotes con la proa debido al tumulto de gente que se agolpaba para salir al exterior.
Pude ver como una madre calmaba a su hijo y también al camarero que me había ofrecido aquella copa con la que brindé por nuestro futuro con mi reciente marido; el joven ayudaba a una pareja de ancianos a subir la escalera.
Se oía mucho alboroto y los truenos parecían los culpables de que el barco se viniera a pique. Agarré su mano una vez que estábamos fuera para salvar los obstáculos que nos encontraríamos hasta llegar a una de las embarcaciones naranjas que nos salvarían la vida.
Él se monto primero para así ayudarme a subir a aquel salvavidas junto con otras personas, recuerdo su mirada de angustia cuando se cruzo con la mía y recuerdo el grito de dolor que me rompió el corazón e hizo que todo el pecho me doliese cuando aquel hierro me golpeó la cabeza.
Tardé varios minutos en levantarme, para cuando lo hice la embarcación ya se había desprendido del barco y navegaba a la deriva en aquella noche tormentosa.
Me quedé paralizada, mi tiempo para escapar de allí se agotaba, un hombre a lo lejos me hacía gestos para indicarme que fuera hacia su dirección.
Por su aspecto parecía el capitán, me montó una barca y no me dio tiempo a mirar hacia atrás y este soltó las cuerdas que unían el barco con mi nueva embarcación. Él no montó.
Recuerdo despertar en medio de un mar tan calmado que parecía que todo lo ocurrido horas antes había sido la rabieta de un niño.
Cuando fui consciente me encontré tan sola, tan indefensa y tan asustada que no puede ni llorar.
Pasé las siguientes horas con la mente en blanco, el estado de shock no permitió que me acordará de mis necesidades fisiológicas hasta que investigué la barca y encontré un equipo salvavidas con comida, agua y bengalas. Aun así no me apetecía llevarme nada a la boca ¿él estaría bien?. Intenté calmarme de la misma manera que lo había hecho el mar que me susurraba lo evidente: ``Había naufragado´´.
Pasé varios días movida como un papel por el viento, pensé que me iba a volver loca, necesitaba acabar con esta pesadilla. Supliqué que me encontraran; y se cumplió.
Un barco a varias millas tomaba mi dirección , encendí una bengala y la tiré; aquella luz reflejo mi esperanza.
Me abordaron dos hombres, no hablaban mi idioma parecía inglés al más puro estilo Shakespiriano.
Estamparon mi cara contra el suelo del barco de madera y pude notar como se hacía un corro a mi alrededor. ``¿Qué esta pasando?´´, me pregunté con cierta nota de desesperación. Toda la tensión a cumulada estalló en el momento en el que oí aquellas carcajadas; no pude evitar derramar algunas lagrimas.
¿Acaso se reían de mi desgracia?. Unos pasos cortaron el alboroto, el causante se paró de tal manera que de haber dado un paso más me habría pisado la cabeza, comenzó a hablar el mismo idioma que sus compañeros de viaje, pero se denotaba la autoridad de aquellas palabras.
Intenté explicar mi situación, al oírme comenzó a reírse. me levantó y pude ver su rostro canoso y agrietado, después pronunció un nombre y el dueño se acercó a mí.
El espectáculo había terminado ya que los espectadores se había dispersado. El hombre que no media mas de 1´60 me dio la bienvenida al `SALVADOR´, paradojas de la vida.
Me indicó que mi tarea consistiría en ser pinche de cocina de una mujer con cara de vinagre.
No me salían las palabras, no me gustan las sorpresas ni lo impredecible y esto unía las dos características.
Entendí que las personas que allí estaban al igual que yo no estaban allí por voluntad propia por lo que supuse que de nada serviría intentar explicarme, por tanto intenté integrarme en aquella selva en medio del mar sin llamar demasiado la atención. La gente se comportaba de manera anárquica aunque si sus fechorías llegaban a oídos del capitán, que así era siempre, recibían duros castigos.Solo la esperanza de verlo de nuevo me mantenía firme.
Hice amigos, un sordomudo con el que aprendí a comunicarme con el lenguaje de los signos y me encargué de unos niños que llegaron más tarde que yo. Creí entenderlos que eran alemanes y que viajaban en avión, supuse que el avión tuvo un accidente y los niños lograron sobrevivir teniendo tan mala suerte que se cruzaron en el camino del salvador. Muchas eran la personas con las que topábamos.
Un día cansada de los abusos de poder de un esbirro le tiré al agua con el deseo de que una ballena blanca se lo tragase pero solo conseguí llevarme un castigo.
Me encerraron en una celda durante semanas que no debería llegar a los 2 metros cuadrados.
Esos días me encontré realmente mal, triste, cansada, parecía que las paredes me estaban absorbiendo y cuando fueran a sacarme de aquel agujero solo encontrarían mi ropa.
Muchos fueron los pensamientos que afloraron en aquellos días de encierro, pensamientos que había intentado encerrar en lo más profundo de mi ser. Pensaba en mi familia, en la vida que estaba perdiendo, en el hundimiento del barco y sobre todo en él `¡Dios como le echaba de menos! ¡por dios que estuviera bien!´
Pasaron los años, o por lo menos eso decían las marcas que hacía en la pared para saber cuantos días llevaba navegando en aquel infierno, y los pocos amigos que hice ya habían desembarcado hacía algún tiempo, no sabía de la suerte que habrían corrido pero estuviesen donde estuviesen estarían mejor que a bordo del Salvador.
Después de mi experiencia en aquella celda tarde en recuperar la esperanza de salir de allí y volverlo a ver.
Me convertí en un ser invisible para el capitán y sus esbirros pero intenté ayudar a la gente que llegaba, me ocupaba de mis tareas y si hacía falta ayudaba a los mas rezagados a terminar las suyas para así una vez que llegara la noche no tendría tiempo de posar mi cabeza sobre le montón de trapos y ya estaría dormida.
Aquel día lo recuerdo bien, me levantaron antes de lo normal y cuando quise darme cuenta estaba en una pequeña embarcación de madera junto con al capitán del barco. Apenas había amanecido y se presentaba una mañana tranquila. Nos alejábamos del barco rápidamente pero puede ver mejor aquel barco, y vi como el mascarón lo formaba una mujer alada semidesnuda mirando hacia el cielo y sus pies estaban siendo devorados por las llamas. El Salvador era espeluznante, magnífico y hermoso. Debido a mi rápido abordaje cuando fui obligada a embarcar en aquel purgatorio no me había dado cuenta de los detalles de aquella maravilla.
Sus palabras me despertaron de aquel letargo, hablaba un castellano perfecto, pronunció mi nombre por primera vez desde que nos conocíamos y continúa diciendo: ``has sido salvada´´.
Supongo que de haber seguido en el barco no le había levantado la voz pero allí parecía tan frágil e indefenso que le espeté: ¿¡salvada!? ¡y una mierda! ¡ojalá me hubiera hundido con aquel barco!
Su mueca fue como una bofetada: ¿y de verdad no lo hiciste?, contestó.
De repente me encontraba allí agarrándole de la mano y más tarde dispuesta a subir a aquella embarcación naranja donde el me tendía la mano, pero aquel maldito hierro me dio un golpe que me tiro al suelo.
Me levante y vi otra vez a aquel hombre que me llamaba ¿pero? ¡que diantres! ¡era el capitán del Salvador, pero con un aspecto muy diferente! El mismo que tenía ahora mismo mirándome fijamente esperando a que terminase de ver mi revelación. Entonces antes de montarme en la embarcación que me haría naufragar mire hacia atrás y pude ver mi cuerpo sin vida tirado en el suelo.
¿Qué estaba pasando? Antes de que mi desesperación inundara mi cuerpo el capitán comenzó a relatar :
``Todos los muertos en el mar son obligados a pasar antes por el Salvador, allí y dependiendo de sus actos en un ambiente hostil se decide lo que se hace con su alma, si permanecerá navegando por los mares o consigue la salvación, permitiendo al ente desembarcar en La Isla.
Mis actuación en aquel barco me había permitido lograr escapar ¡ por eso cuando tuve aquel incidente me sentía tan mal¡ ¡realmente el barco me estaba absorbiendo! Al recordar aquella situación comencé a temblar pensando lo que podía haber pasado si hubiese llegado a más.
Prosiguió con su explicación y me dijo que una vez que llegase a mi destino no volvería a tener contacto con el mundo de los vivos y que al comprender la situación se permitía hacer una pregunta.
Podría haber preguntado tantas cosas.. por mi madre, mi hermana, mi padre, mis amigos.. ¡fueron tantas las personas de las que deseaba saber! Pero solo necesita saber una cosa por encima de todo `¿Qué había ocurrido con él?´ Ojalá se cumpliesen mis deseos de volverlo a ver, aquella esperanza fue lo único por lo que logre seguir, no, no podía ser tan egoísta deseaba que estuviese vivo.
No pude seguir con mi disputa interna ya que el capitán rompió el silencio y con aquellas palabras encontré la paz antes de pisar la arena de aquella isla paradisíaca.
Aquel día lo recuerdo bien, me levantaron antes de lo normal y cuando quise darme cuenta estaba en una pequeña embarcación de madera junto con al capitán del barco. Apenas había amanecido y se presentaba una mañana tranquila. Nos alejábamos del barco rápidamente pero puede ver mejor aquel barco, y vi como el mascarón lo formaba una mujer alada semidesnuda mirando hacia el cielo y sus pies estaban siendo devorados por las llamas. El Salvador era espeluznante, magnífico y hermoso. Debido a mi rápido abordaje cuando fui obligada a embarcar en aquel purgatorio no me había dado cuenta de los detalles de aquella maravilla.
Sus palabras me despertaron de aquel letargo, hablaba un castellano perfecto, pronunció mi nombre por primera vez desde que nos conocíamos y continúa diciendo: ``has sido salvada´´.
Supongo que de haber seguido en el barco no le había levantado la voz pero allí parecía tan frágil e indefenso que le espeté: ¿¡salvada!? ¡y una mierda! ¡ojalá me hubiera hundido con aquel barco!
Su mueca fue como una bofetada: ¿y de verdad no lo hiciste?, contestó.
De repente me encontraba allí agarrándole de la mano y más tarde dispuesta a subir a aquella embarcación naranja donde el me tendía la mano, pero aquel maldito hierro me dio un golpe que me tiro al suelo.
Me levante y vi otra vez a aquel hombre que me llamaba ¿pero? ¡que diantres! ¡era el capitán del Salvador, pero con un aspecto muy diferente! El mismo que tenía ahora mismo mirándome fijamente esperando a que terminase de ver mi revelación. Entonces antes de montarme en la embarcación que me haría naufragar mire hacia atrás y pude ver mi cuerpo sin vida tirado en el suelo.
¿Qué estaba pasando? Antes de que mi desesperación inundara mi cuerpo el capitán comenzó a relatar :
``Todos los muertos en el mar son obligados a pasar antes por el Salvador, allí y dependiendo de sus actos en un ambiente hostil se decide lo que se hace con su alma, si permanecerá navegando por los mares o consigue la salvación, permitiendo al ente desembarcar en La Isla.
Mis actuación en aquel barco me había permitido lograr escapar ¡ por eso cuando tuve aquel incidente me sentía tan mal¡ ¡realmente el barco me estaba absorbiendo! Al recordar aquella situación comencé a temblar pensando lo que podía haber pasado si hubiese llegado a más.
Prosiguió con su explicación y me dijo que una vez que llegase a mi destino no volvería a tener contacto con el mundo de los vivos y que al comprender la situación se permitía hacer una pregunta.
Podría haber preguntado tantas cosas.. por mi madre, mi hermana, mi padre, mis amigos.. ¡fueron tantas las personas de las que deseaba saber! Pero solo necesita saber una cosa por encima de todo `¿Qué había ocurrido con él?´ Ojalá se cumpliesen mis deseos de volverlo a ver, aquella esperanza fue lo único por lo que logre seguir, no, no podía ser tan egoísta deseaba que estuviese vivo.
No pude seguir con mi disputa interna ya que el capitán rompió el silencio y con aquellas palabras encontré la paz antes de pisar la arena de aquella isla paradisíaca.
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